Por Julio Dam
Rébbe Mesiánico Renovado
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Shemót/Nombres/”Ex” 28:2 “Y harás vestimentas santas para Aharón, tu hermano, para honor y para esplendor/Ve asíta beguedéi kadósh le Aharón ajíj le kavód u letiféret”
El tema principal de esta parasháh es, sin dudas, la construcción de la santidad y su exteriorización, a través de la ropa, en este caso específico, de los kohaním/sacerdotes (judíos). La ropa es un símbolo exterior de un estado espiritual, interior, invisible. La ropa bordada en oro refleja un tesoro espiritual que cada uno que está así vestido se ha ganado en esta vida. En Rev. 7:9, 13 se habla de los que están vestido con “ropas blancas,” símbolo de kedusháh/santidad espiritual.
Así, podemos entender que la ropa es un premio a un crecimiento espiritual, a partir del Adám caído. Cuando Adám y Javah no habían caído todavía, y estaban en constante unión con ADONÁI, no necesitaban ropa. Estaban desnudos, pero la desnudez de ellos no era visible, porque la Unión con Elohím era el todo, la armonía, que es la música del Olám ha Báh. Cuando desobedecieron al comer del étz ha dáat tóv va ráh/árbol del conocimiento del bien y del mal, la unión con Elohím se rompió y “sus ojos fueron abiertos” y “vieron que estaban desnudos.” La desnudez, que antes no existía en sus conciencias, por estar unidos con Elohím, se volvió visible y vergonzosa, porque ahora sus almas estaban separadas de sus espíritus y de sus cuerpos y sus deseos se pusieron en contra de sus espíritus, y por lo tanto, de su ya perdida kedusháh/santidad. Así, es necesaria la ropa, para ocultar esta lucha constante entre nuestros deseos impuros y nuestro espíritu, que lucha para lograr la kedusháh. Como dijo el Rébbe Shául: “No hago lo que quiero, sino lo que no quiero, eso hago”.
La belleza física, que tanto caracteriza a la Civilización Occidental, es sólo un síntoma de lo superficial de ésta, que no es capaz de ver más allá de lo que se ve con los cinco sentidos y un símbolo oculto de la belleza espiritual, que es invisible a los ojos físicos. Así como la belleza física es el resultado de armonía de facciones y de las dos mitades (derecha e izquierda) del cuerpo, así la belleza espiritual y mental es el resultado de la armonía entre nuestro espíritu y el de Ieshúa que vive dentro de nosotros, y entre Su mente y la nuestra. La armonía y la música son el resultado de la unión entre Elohím y cada uno de los que han conseguido esta belleza espiritual, que no se ve con los ojos físicos, pero que se exterioriza con la ropa de los kohaním, llena de joyas y de blancura, símbolo de pureza espiritual. (El vestido blanco de novia es símbolo de esta pureza corporal, a su vez, símbolo de una pureza espiritual.)
Así, tenemos que la belleza es símbolo de kedusháh, y lo contrario también es verdad: la fealdad espiritual es símbolo de impureza espiritual. Los pasos para llegar de la fealdad espiritual a las ropas doradas son: pecado, que nos lleva a la fealdad espiritual, que nos lleva a buscar el perdón de Elohím, que nos va limpiando las tres partes de nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, que nos da la kedusháh/santidad, que nos da las ropas doradas y blancas.
El perdón y el volver a Elohím/teshuváh es el único camino para salir del pecado y de la consiguiente fealdad espiritual y entrar en la limpieza y en la kedusháh. En hebreo hay tres palabras para “perdón.” Primero, está el perdón de nuestro “Avínu she Ba Shamáim/Padre nuestro que está en los Cielos,” (la expresión no es de origen cristiana, sino judía), el perdón de un padre que perdona a su hijo que ha hecho algo malo. Esta palabra es “slijáh” (disculpa). Un Padre bondadoso hace slijáh por su hijo que se ha resbalado y ha cometido un jét (un pecado).
El segundo tipo de perdón es el de un Rey cuyo súbdito se rebela con la autoridad del Rey. Esta palabra se llama “mejiláh” y tiene el sentido de “condescendencia” por el súbdito que pecó en rebelión contra la Autoridad.
El tercer tipo de perdón es por kaparáh (expiación), y es el cubrir con sangre los pecados de los hijos de Elohim, la sangre de los Corderos de Pésaj en el tiempo de los kohaním, y la sangre de Ieshúa ha Mashíaj ahora. Obviamente, el tener a Ieshúa como la kaparáh de Pésaj sólo es aplicable para los judíos mesiánicos/mesiánicos renovados que creen en Ieshúa como Dimensión de Elohím.
Estos tipos de perdón deben ser pedidos en oración, para que nuestras tres partes (espíritu, alma y cuerpo) sean limpiadas, purificadas, y santificadas y podamos vestir muy pronto, las vestiduras blancas con adornos de oro puro (espiritual).
LAS CUATRO ÁREAS PRINCIPALES DE LUCHA
Existen cuatro áreas principales donde muchos mesiánicos (si no todos) tienen algún problema: (1) El área de la mente no sanada; (2) El área del espíritu no sanado; (3) Las deformidades en nuestra psiquis que ni siquiera sabemos que tenemos; (4) El área del crecimiento para santidad.
Ya que no tenemos espacio en una parasháh para tratar con la extensión que se merece, cada una de estas áreas, que requiere un libro, sólo podemos mencionarlas y brindar algunas sugerencias solamente.
(1) El área de la mente no sanada. La sanidad del alma ha sido un tema bien extenso, al que no se la brindado la atención que los mesiánicos merecen y necesitan. Nuestra mente necesita renovarse, en todas las áreas: psicológicas, económicas, políticas, teológicas (especialmente), fisiológicas, morales, éticas, etc. “Renuévense en el Rúaj de vuestra mente” nos recomienda el Pacto Renovado. Pero, ¿lo hemos hecho? MUY pocos de nosotros estamos trabajando en este trabajo constante y de nunca acabar, pero muy necesario.
(2) El área del espíritu no sanado. Como resultado de las enfermedades sin solucionar en la primera área, la de la mente y las emociones, las consecuencias devienen espirituales. La guerra espiritual y la liberación se percibe muchas veces en el mesianismo como algo “raro,” cuando tendría que ser cosa de todos los días, una rutina, como lo es la oración o la unción con aceite.
(3) Las deformidades en nuestra psiquis que ni siquiera sabemos que tenemos. Existen enormes deformidades en muchos de nosotros, a resultas de grandes traumas, accidentes, ataques físicos, abusos sexuales o psicológicos, fobias, etc. que nos dificultan la sanación de nuestra mente, y por lo tanto, el perdón a la persona/s responsable/s. Debemos lidiar con esto, para lograr subir espiritualmente. Estas deformidades no se van a ir solas. Tenemos que sanarlas, principalmente a través del perdón unilateral a la persona que nos causó el daño.
(4) El área del crecimiento para santidad. La sanación, aunque más no sea parcial en las tres áreas superiores, traerá crecimiento espiritual y, eventualmente, entraremos en el camino de la kedusháh/santidad. Para simplificar al extremo, podemos definir la kedusháh como la limpieza de la mente y del espíritu, seguida del llenar ese espacio vacío con pensamientos, sentimientos, voluntad, criterio y moral venida de Ieshúa ha Mashíaj viviendo en nosotros. Este es un largo proceso, no algo instantáneo. Pero dice un antiguo proverbio “Mil kilómetros comienzan con un primer paso.” No tenemos que mirar los kilómetros que nos faltan, sino el primer paso, hoy.
Debemos comenzar este primer paso, que son los tres primeros puntos en nuestro subtítulo de arriba, la sanación y el perdón continuo, pidiendo SU perdón, no el nuestro, que no existe ni podemos “fabricarlo”.
Sólo así podremos recibir de Elohím algún día, nuestras ropas de oro y blancas.
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