Viernes, 29 Junio 2018 08:28

PARASHÁH 40 BALÁK / בלק

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DIFUNDIENDO EL JUDAÍSMO MESIÁNICO RENOVADO PARA TODA LATINOAMÉRICA, LOS EE.UU. Y EUROPA

PARASHÁH 40
BALÁK / בלק

17 DEL MES CUARTO DEL 5779
30 DEL MES DE JUNIO DEL 2018

Parasháh: BaMidbár/En el desierto/“Núm.” 22:2-25:9
Haftaráh: Míjah 5:6-6:8

Por Julio Dam
Rébbe Mesiánico Renovado

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COMENTARIO DE LA PARASHÁH

LA PERSONA QUE ELOHÍM DESEA QUE SEAMOS

¿Cómo debe ser el mundo? ¿Cómo deben ser nuestros líderes? ¿Cómo debemos ser cada uno de nosotros? Desde la caída de Adám, existe una dicotomía, una división de pareceres en este sentido, que permanece hasta el día de hoy. Por un lado, está el mundo y su hashkafáh/perspectiva; por el otro, están Elohím con sus baním/hijos, con la suya. Ambas difieren siempre; sin embargo, pocas veces meditamos en ello, y el resultado es que terminamos construyendo un mundo de acuerdo a la hashkafáh/perspectiva de “ellos,” en vez de hacerlo con el punto de vista exclusivamente de Elohím, a quien decimos servir. No creo que lo hagamos conscientemente, ni a propósito. Entre otras cosas, la presión del mundo y sus ideas, su ideosfera, es enorme, y cedemos ante ellas y nos con-formamos (tomamos la forma) del mundo, en vez de dejar que Ieshúa ha Mashíaj tome Su forma dentro nuestro. Somos convertidos por el mundo a su “reflejo/tzélem y semejanza/ve dmút” en vez de convertirnos nosotros a Su reflejo y semejanza, que para eso justamente vino Ieshúa a vivir y morir por nosotros--entre otras razones-- y cada día nos parecemos más y más al mundo, hasta que ya no se puede ver ninguna diferencia.

¿El mundo miente, para ganar algo? Nosotros también. ¿El mundo roba, porque no le alcanza para vivir? Nosotros también. ¿El mundo piensa que puede hacer las cosas independientemente de Elohím? Nosotros también, en el fondo, aunque conscientemente decimos creer que lo necesitamos y que dependemos de Él, en la práctica no es así. Somos nosotros quienes tomamos todas nuestras propias decisiones. Somos nosotros nuestros propios dioses, en la medida que vivimos nuestra propia vida y damos curso a nuestro propio destino. Tendríamos que comenzar a saludarnos los unos a los otros como lo hacen los hindúes, con las dos manos juntas y haciendo una reverencia los unos a los otros, saludando “al dios que está en la otra persona,” ya que así nos comportamos, como dioses, aún los ateos.

¿Cómo tendríamos que ser? O, mejor dicho: ¿cómo espera Elohím que seamos? ¿Qué clase de líderes desea Elohím para nosotros? Esta pregunta no es algo liviano, ya que de acuerdo a cómo es nuestro líder, así sale la sinagoga, así salimos cada uno de nosotros, en términos generales—aunque a muchos no los toca nada que éste diga o haga o enseñe, pero son la excepción, y no la regla.

El ejemplo de Iehoshúah, el sucesor de Moshéh nos puede enseñar algunas grandes reglas de lo que Elohím desea, y no lo que nosotros deseamos llegar a ser, frente a lo que el mundo desea de sus líderes, como reflejos que son de sí mismos.

Para el mundo, un líder, ya sea uno secular o uno religioso, éste debe ser carismático, atractivo, con don de palabra y don de gentes, eficiente, con un buen uso de su tiempo, que tenga éxito en todo lo que haga, que tenga cada vez más seguidores y éstos cada vez más prósperos, que todo el mundo lo elija como el líder más simpático y agradable, en suma, un líder exitoso en todos los sentidos.

¿Y qué hay de malo en tener éxito en todo lo que uno hace, se preguntará usted?

¿Es este el perfil de Iehoshúah, el sucesor de Moshéh? Examinémoslo un poco más de cerca. Lo primero que el Tanáj dice de Iehoshúah en el libro del mismo nombre (Iehoshúah/”Josué” 1:2-3) es: “ísh ashér rúaj bó/hombre en el cual hay Espíritu.” Esta es la primera cualidad: que tenga el Rúaj ha Kódesh dentro suyo para que pueda ser guiado desde ADENTRO por Elohím, y no por su mente y sus propias ideas. Un hombre que tiene el RúajFUNCIONANDO EN ÉL no es un hombre común. Es un hombre que está en comunicación con Elohím y Elohím está en comunicación con el hombre y le transmite Su voluntad y lo que Elohím desea que se haga en cada detalle del día y en cada detalle de cada asunto. Recordemos el Templo de Shlómoh. CADA MEDIDA del Templo fue dictada por Elohím a Shlómoh, hasta lo más mínimo. Cada material, cada forma fue idea y “copyright” de Elohím y no de hombre alguno, aun cuando Shlómoh era el hombre con más jajmáh de toda la tierra, según lo relata la Toráh misma. ¿Qué cosa fundamental nos enseña esta frase aparentemente inocua, “ísh asher Rúaj bó”? Que no hay ninguna “democracia” con Elohím, sólo una rígida y estricta teocracia liderada por ADONÁI y recibida por Ieshúa dentro de cada persona, en cada asunto del día, en cada tema, en cada decisión, desde la más grande e importante, hasta la más pequeña e insignificante. ¡ESTA ES UNA LECCIÓN QUE NUNCA NOS ENSEÑARON, ¿NO ES CIERTO!? La segunda cosa que vemos en el libro de Iehoshúah es que Moshéh es instruído por Elohím mismo para que ponga su mano sobre Iehoshúah, delante de todo el pueblo, especialmente del kóhen/sacerdote, Eliézer. ¿Qué significado tiene este “poner su mano” sobre Iehoshúah? Que le traspase, a la vista de todo Israel, la autoridad delegada, el poder, la jajmáh/sabiduría adquirida y el discernimiento y juicio de Moshéh a Iehoshúah.

Esta es una segunda lección que Elohím nos da sobre liderazgo, que el mundo no hace caso. El líder es DESIGNADO por Elohím y las cualidades de su antecesor son traspasadas a él por orden de Elohím. No hubo ninguna votación en Israel a ver a quienes querían los israelíes que fuese el sucesor de Moshéh, quién era el más popular de los líderes para que lo elijan.

La democracia es un invento muy reciente en la historia, y, nos tememos, con una vida útil muy breve, casi un soplo en el paisaje de la historia, poco más que un breve punto en una larga línea, y así de rápido es probable que pase al cesto de la historia. ¡Cómo nos gusta elegir nosotros mismos a nuestros líderes, tanto seculares como religiosos! “A mí me gusta fulano, porque....” y cada uno se deleita en dar su opinión, como si entendiese algo.

Los líderes de Elohím no se eligen por comité y el pueblo no tiene ni voz ni voto en su elección, ni la tiene su popularidad, ni su carisma, ni su simpatía, ni su don de gentes. Como dijimos, toda la autoridad de Elohím, toda la jajmáh acumulada por Moshéh pasó a ser propiedad de Iehoshúah por voluntad de Elohím. Con los derechos de Moshéh, cayeron sobre Iehoshúah las responsabilidades de Moshéh, que no eran pocas. ¡Vaya uno a gobernar bien a tres millones de Israelíes! Dentro de esta autoridad delegada en Iehoshúah están las buenas decisiones que Elohím nos brinda cuando estamos bajo Su talít y haciendo Su voluntad y no la nuestra. ¿Cómo puede un gobernante de tres millones de hombres, mujeres y niños, gobernar con jajmáh, con buen juicio, con justicia? ¡Es imposible! A menos que Elohím le esté guiando a cada paso, en cada decisión, en cada juicio que haga en su mente frente a cada problema, desde los más graves y urgentes, hasta los más banales. Es obvio que lo que mencionamos para un líder como Iehoshúah lo estamos diciendo para un rabino mesiánico y para una oveja de su rebaño. El rango cambia, pero las reglas son las mismas.

La tercera regla, que vemos en Ieh. 1:2 es: “Levántate  y pasa el Iardén...” es decir, no sólo planea y piensa las cosas, sino que toma una decisión, actúa, “pasa el Iardén.” Este “pasar el Iardén” es un hito en la vida de todo mesiánico. Como Avrahám, significa llegar a ser “ivrí”, “el que cruzó” (el Iardén), el hebreo. El primero que hizo esto, claro está, fue Avrahám, que de idólatra hijo de idólatra pasó a ser “ivrí” cuando él mismo cruzó el río Iardén, entrando en tierra de Israel. No sólo simboliza el actuar per se, sino que el convertirse en hebreo y dejar de ser gói/gentil, pasar a ser parte del Pueblo Escogido y dejar las identidades falsas, que sólo son pasos intermedios en el camino hacia la Tierra Prometida. Esto es más fácil de decir que de hacer. Se le ha inculcado fuertemente a los creyentes la validez de su identidad y es extremadamente difícil el convencerlos de que no es real ni verdadera, sino una maniobra del enemigo para que no lleguen a destino, que es ser judío, hebreo e israelí, las tres identidades verdaderas y que el ser cristiano era sólo un paso intermedio en un largo y doloroso proceso de cambio de identidad, desde idólatra a hebreo.

La cuarta regla la formula Elohím a todo el Pueblo Elegido: “Ya les he entregado todo lugar que pisare la planta de vuestro pie...” Es decir, que ya tenemos la victoria esperando, sólo tenemos que actuar, que hacer, que movernos, que salir del letargo o de la depresión en que a veces estamos, para ir a conquistar el territorio que Elohím ya ha destinado para nosotros. Bien dice el refrán: “Del dicho al hecho hay un gran trecho.” Una cosa es saber que ya tenemos la victoria, y otra muy distinta es actuar todos los días como si la tuviésemos, PARA tenerla. La dificultad consiste en que aborrecemos el esfuerzo, la lucha. La mayoría de nosotros no tenemos pasta de guerrero. Preferimos “ir a retirar” algo que ya nos empaquetaron para nosotros, que ir a pelearlo. Pero la vida que Elohím creó está llena de lucha, de antagonismo, de contradicciones internas, que es la definición misma de dialéctica. Todo está en oposición con todo, íntimamente, dentro mismo de las cosas, situaciones y personas. Esta es la estructura básica del Universo que Elohím dejó para que lo conquistemos. Para eso debemos convertirnos—si no lo somos de nacimiento—en guerreros de Elohím. El enemigo tiene en sus manos las bendiciones de Elohím. Tenemos que ir a sacárselas de las manos, y eso asusta; eso cuesta sangre. La mayoría de nosotros preferimos perderlas que luchar. Otros no saben cómo luchar. Debemos aprender. Debemos comprender esta estructura interna del mundo y aprestarnos a la lucha diaria, a la resistencia contra el enemigo que pretende robarnos lo que Elohím ya destinó para nosotros: “todo lo que pisaren con la planta del pie.”

La quinta regla es lo que surge cuando Elohím le dice a Iehoshúah: “No te dejaré, ni te desampararé.” Es decir, no estamos solos. No nos ha abandonado a nuestra suerte. Elohím está a nuestra derecha. Tenemos que tener la emunáh para creerlo y el bitajón/confianza para creer que es así y tomar las armas espirituales y luchar contra todo y contra todos, sabiendo que El no nos “abandonará ni nos desamparará.” De nuevo, esto es fácil de decir, pero muy difícil de creer, quizás porque nos hemos acostumbrado a una vida de fracasos, y otro fracaso más sólo confirma lo que ya “sabemos”: que no valemos nada. Esto puede ser cierto SIN Elohím, pero CON Elohím debemos confiar en que Él no nos abandonará, sino que hará fuerza CON y POR nosotros para conquistar lo que es nuestro por derecho y por herencia, como parte del Pueblo Escogido, el Pueblo Judío por fe.

La primera regla, le dice algo bien importante a Iehoshúah: “¡Jazák ve emátz!” (¡Sé fuerte y valiente!) que es lo que cierta parte del ejército israelí tiene como lema para antes de la lucha. ¿Por qué le dijo a Iehoshúah “¡Jazák ve emátz!” Quizás porque era débil y cobarde. No confiaba en sí mismo y se acobardaba de toda dificultad en cuanto ésta surgía. Como siempre hemos enseñado en nuestros libros y seminarios personales, Elohím es un Elohím de guerra. Uno de los nombres principales de Él es “ADONÁI Tzvaót”, “de los ejércitos,” tanto celestiales como humanos. Él nos quiere llevar a la victoria, pero a través de la guerra. Él desea traernos shalóm/paz a nuestras vidas, pero a través de ganar la guerra primero. (Ese es el único shalóm verdadero, duradero.)

Por último, dice: “Cuidarás de hacer toda la Toráh que Yo te mando...” La Toráh es el “Manual de procedimientos,” el libro de instrucciones para nuestra conducta. Síguela y te irá bien; déjala a un lado, o ignora lo que te conviene ignorar, y tendrás grandes problemas que no sabrás de dónde salen hasta que ya no haya casi salida para ti. La Toráh es el mapa que nos dice: “Ve por aquí, pero NO vayas por aquí, porque es peligroso para ti.” Debemos “meditar en ella día y noche” como dice el Tanáj. Debemos penetrar en los secretos de la Toráh hasta que penetren en nosotros y nos transformen en hombres y mujeres diferentes.

Así cambiaremos y seremos la clase de líderes y de baním/hijos de Elohím que Él desea que lleguemos a ser.

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