“(1) Los sacaré de debajo de las cargas de Mitzráim”
Como ya saben nuestros asiduos lectores de esta parasháh, “Mitzráim” significa (además de “Egipto”), “trabas, obstáculos” en nuestro camino. Personalmente, estas cargas pueden ser: genéticas, hereditarias (espiritualmente hablando), maldiciones generacionales; problemas de familiares o jefes que influyen en nuestra vida; problemas de personalidad, ya sea con los demás o con nosotros mismos; adicciones y/o enfermedades adquiridas o heredadas; problemas derivados de nuestro hogar (los problemas de nuestros familiares, que se “contagian” a nosotros indefectiblemente, por vivir juntos) o, por último, problemas creados por otras personas, ya sea por medios físicos (interfiriendo directamente en nuestra vida o trabajo) o espirituales (oraciones en contra, maldiciones, brujería, algo que es mucho más difícil de detectar para el judío mesiánico que no está acostumbrado al tema, o que no lo acepta, directamente, como causa probable de sus problemas).
Vamos a ir en orden: la mayoría de los problemas internos que tenemos vienen por “añadidura”, es decir, ya los teníamos cuando llegamos a Ieshúa. Algunos de esos problemas fueron quitados inmediatamente al aceptarlo como Mashíaj y Elohím, pero otros siguen en nuestra vida, trabándonos en nuestro crecimiento y desarrollo espiritual y es a éstos que nos referiremos a continuación.
En primer lugar, debemos confiar en Elohím. Entender que Él puede hacer cualquier cosa que quiera hacer por nosotros. Esto suena más obvio de lo que realmente es. Muchos de nosotros NO creemos EN EL FONDO que Elohím puede rehacer nuestra vida, mejorarla, y que DESEA hacerlo para nosotros. Por consiguiente, nuestra vida sigue igual, año tras año.
Una vez que nos auto-convencemos de esto (y no es fácil, porque en el fondo somos muchas veces bastante escépticos, aunque ni nos damos cuenta), el segundo paso es hacer una lista en un cuaderno especial para el efecto, de qué desea Elohím que seamos, cuál es nuestro destino prefijado por Él. Esto lo podemos averiguar por lo menos por cuatro maneras: (1) Por profecía, que es la mejor de las maneras (si tenemos ese regalo/matanáh (1 Cor. 12:8-10; 14:1, ya que Elohím mismo es quien nos habla directamente, como usted le habla a su cónyuge o hijo/a; (2)por sueños, que hay que pedirlos y Elohím nos los da; (3) por consultar en el Tanáj; (4) por pedir que Elohím nos hable por otro medio (otras personas, la TV, un libro o artículo que por “casualidad” encontramos o leemos). Esto sucede, ya que por nuestra experiencia con nuestras congregaciones, ha sucedido así en muchas ocasiones y seguirá sucediendo, porque esta es la manera de actuar de Elohím, si la adquirimos para nuestro provecho.
El tercer paso, es preguntarle o averiguar por nuestra cuenta, qué obstáculos (mitzráim) y trabas hay en nuestra personalidad, genética, medio ambiente, que hacen que no podamos cumplir ese destino que Elohím tiene para nosotros escrito y a la mano. Sugerimos a nuestros queridos lectores hacer una lista (especialmente en shabát, cuando el tiempo sobra, y estamos en Su Presencia mucho más fácilmente que un día de semana laboral) de aquellos defectos que SABEMOS perfectamente que tenemos, o que nuestra familia o amigos nos han dicho que tenemos.
Aquí hay que ser muy sinceros: hay muchas personas que no admiten tener ningún defecto ni hacer nunca nada malo: siempre son los demás los que tienen defectos y los que actúan mal, nunca son ellos ni su familia. Tenemos que sincerarnos con nosotros mismos, si es que deseamos verdaderos resultados y decirnos: “Sí, tengo defectos, como todo el mundo. Sólo que todavía no sé cuáles. Te pido, Elohím, que me los muestres, en el Nombre de Ieshúa.” Elohím NO va a mostrarnos ningún defecto ni cosa que desea que cambiemos a menos que nosotros demos el primer paso. Él es un perfecto “gentleman” y jamás nos dice directamente algo negativo, ni dice a los demás en profecía acerca de nuestros defectos. Si alguien viene a decirle que Elohím le dijo sus defectos, tenga por cierto que es una profecía que NO viene de Elohím, ya que El no averguenza a nadie por medio de terceros, sino que nos dice directamente y sólo si se lo preguntamos y le rogamos que nos lo revele.
El cuarto y último paso, es creer, trabajar y orar, creer, trabajar y orar, creer, trabajar y orar sobre estos defectos y problemas nuestros, hasta que comiencen a ceder y a desaparecer. Si no creemos que tenemos esos defectos o que Elohím puede cambiarnos o si no queremos cambiar, no vamos a cambiar nada. El CREER que el cambio sí es posible y sí es factible es fundamental. Luego el TRABAJAR en ello, día tras día, ayudado por la oración y el pedido de ayuda a Elohím, que debe ser constante, a cada rato.
Podemos y debemos pedir la ayuda de nuestros rabinos mesiánicos o autoridades espirituales para que nos ayuden dentro de sus posibilidades, ya sea en oración, en liberación o en petición y estar siempre en sujeción a ellos, no a otras personas dentro de la congregación que no son autoridades puestas por Elohím. Un cuerpo no puede tener ni tiene más de una cabeza. Es a la cabeza o a quienes la cabeza designe, a quienes tenemos que dirigirnos, y a nadie más.
(2) “Los rescataré de su Opresión”