Un cambio drástico, como el exigido a Avrahám por Elohím, es algo que no podemos ni pensar siquiera en hacer. Sin embargo, Avrahám ni discutió, ni preguntó siquiera por qué, sino que lo hizo sin chistar.
Y, sin embargo, Elohím nos exige—para aquellos que queremos hacer Su voluntad—no sólo UN cambio, sino un cambio constante, uno tras otro, de todo lo que creemos, de todo lo que somos, de todo lo que fuimos, de todo lo que hacemos. Si antes éramos ateos o de otra religión, Él nos lleva al judaísmo mesiánico. Una vez que estamos allí, no es que realmente hemos llegado—aunque en un sentido amplio sí-- sino que nos sigue cambiando—si nos dejamos—en cada área, en cada punto del tema mesiánico.
Todo esto es bien difícil para todas las personas, ya que nos cuesta (a la mayoría de nosotros) el cambio, no importa cuál sea. Imagínense cambiar de patria, de casa, de familia, de ambiente, y hasta de idioma, como fue el caso de Avrahám.
LA SEGUNDA PRUEBA DE FE
La segunda gran prueba de fe a la que fue sometido Avrahám, fue cuando Elohím les dijo a éste y a Sara que iban a tener un hijo, ¡aunque Sara tenía noventa años y él cien! (“Gn.” 17:15-17) Hay que tener una real fe y confianza en Elohím para creer que una mujer de noventa años, una posible tatarabuela, por la edad, iba a embarazarse y tener un hijo de un hombre de cien años, como Avrahám, ¿no lo creen así? Y si embargo, pusieron en práctica su fe, su confianza en Elohím, en que TODO era posible para el Creador del Universo, y nació Itzják (“Se rió”). ¡Cualquiera se hubiese reído a más no poder si le hubieran dado esa noticia! ¿No lo cree usted? Sin embargo, Avrahám no se rió, y su fe fue confirmada y aumentada con el nacimiento de Itzják.
Hay que tener una verdadera confianza/emunáh y una verdadera relación personal con Elohím para saber que si Él dice algo, así va a ser. No cualquiera puede creer “tontería” como ésa, como cualquier persona común lo llamaría. Es el producto de un carácter especial, pero también de una relación íntima especial con Elohím, de saber con quién estamos tratando y de quién se trata el que nos afirma algo tan aparentemente absurdo e irreal. En cambio, para una persona que ya tiene una relación formada con Elohím, que ya lo conoce, y que ya sabe con quién está tratando, no hay nada imposible, ni increíble, como esto sería para la persona común y corriente. Todo esto tiene que provenir, como decimos, de una relación previa, de un contacto con Elohím tal, que todo es posible para esa persona, porque sabe que no está hablando con una persona humana, sino con el Creador de todo el Universo, que con una mirada, sin siquiera mover un dedo, puede hacer lo que le promete a Sara a través de Avrahám.
LA TERCERA PRUEBA DE FE
La tercera prueba de su fe, de su confianza en Él, la más dura de todas, fue cuando en “Gn.” 22:1-2 Elohím le dice a Avrahám que tome a su único hijo, concebido a los cien años, ¡y que lo lleve a Moriáh a ofrecerlo en holocausto! ¡Después de todo lo que le costó tenerlo y criarlo, ahora tiene que matarlo! Pongámonos en su lugar, y sentiremos la angustia y la desesperación que le habrá sobrevenido a Avrahám cuando recibió esta orden de Elohím. Pero Avrahám ya había aprendido, evidentemente, una de las bases más firmes e importantes de nuestra posible relación con Él: que con Elohím no se discute; se obedece, y punto. Y esta regla continúa hasta el día de hoy. Quien quiere tener una relación íntima con Elohím, debe tener un respeto y temor enorme por Él y no ponerse a discutir con Él por ningún motivo, como un buen soldado lo haría con cualquier superior suyo, más que más, tratándose de un Superior como EL Elohím de elohím.
LA CUARTA PRUEBA DE FE
La cuarta y última prueba de fe que vamos a comentar hoy, se encuentra en “Gn.” 17:11, que es la señal de un pacto entre Elohím y Su Pueblo judío, la circuncisión, que comenzó con Avrahám, un gói de nacimiento, pero un judío por fe. Esta también es una señal de sacrificio y de confianza en Elohím, aunque después de la tercera, cualquier cosa es “fácil”, por lo menos para Avrahám.
Cuando adoramos a Elohím, nos convertimos en “judíos” que viene del hebreo “iehudí”=hod=adoración; I (IHVH)=ADONÁI, o sea, adorador de IHVH (ADONÁI). Cuando recibimos a Ieshúa, nos convertimos en judíos por sangre y/o por fe, según sea el caso, aunque no queramos, o no lo sepamos, así es. Avrahám fue el primer judío/adorador de ADONÁI, quien fue circuncidado. Nosotros necesitamos la circuncisión del corazón, que viene de tener a Elohím Ieshúa y hacerlo vivir en nosotros, en nuestro corazón. Con Él tenemos la circuncisión perfecta, la única necesaria.
No debemos tomar a la ligera esta relación con Ieshúa, ya que no es fácil tenerlo en nuestro corazón y hacer que Él viva y actúe a través nuestro. Es un acto de auto-nulificación, de dejar nuestra vida en Sus manos, de pensar y hacer Su voluntad, algo bien doloroso, a la larga, más doloroso que una circuncisión física, ya que es nuestro ego el que sufre, continuamente, porque no lo dejamos actuar, sino que pedimos y rogamos la actuación de Ieshúa desde dentro nuestro.
Tenemos así, que pasar por lo menos por estas cuatro pruebas de nuestra confianza en Elohím, u otras, que serán las que Él mismo nos dicte pasar, para poder fortalecernos y permanecer vivos en Él hasta que nuestro tiempo terrenal se agote.
¡Jazák ve emátz! (¡Sé fuerte y valiente!) es una frase que se le hace repetir a cada soldado israelí antes de salir a ejercer su nuevo puesto como tal y eso es lo que Elohím nos dice en este Shabát. ¡Sé fuerte y valiente!