Existe un proceso perfecto, completo, por el que una brajáh debe caminar y muchos procesos imperfectos, defectuosos, por el que no deberíamos dejar que caminen. Mas, comencemos por el principio: ¿qué es una brajáh? La palabra tiene las siguientes connotaciones, de acuerdo a su escritura en el idioma original, el hebreo: la Bét (b) significa “dualidad”, “dos”, como el Universo, hecho de bien y de mal, de obscuridad y de luz, masculino y femenino, positivo y negativo, dos lujót/tabletas de Mitzvót/Mandamientos y, obviamente, “bendición/brajáh”. La “bét” es la primera letra de la Toráh: “Be Reshít...” La palabra “brajáh” viene de “rodilla”, “bérej”, y arrodillarse (humillarse) delante de ADONÁI. Esta es la primera clave del proceso: nosotros, Sus criaturas, Su creación, debemos arrodillarnos, humillarnos delante de nuestro Creador. Esto comienza el proceso de la brajáh shlemáh/perfecta. Pero veamos los siete pasos en su totalidad.
LOS SIETE PASOS PARA UNA BRAJÁH SHLEMÁH/PERFECTA
- Arrodillarnos en humildad para recibir de Elohím todas las bendiciones que Él desee darnos.
- Averiguar qué es lo que Él desea darnos como bendición y pedirlo. (Por medio de la matanáh/regalo de profecía, o por preguntar en la Toráh.)
- Agradecer en amor y en relación de amistad lo que nuestro Elohím desea darnos.
- Al recibir la brajáh, ACEPTARLA, en todos sus aspectos.
- Conquistar lo negativo de la brajáh.
- Manejar la brajáh en todos sus aspectos.
- Dar bikurím/”primeros frutos” a Elohím de cada brajáh.
- Arrodillarnos en humildad para recibir de Elohím todas las bendiciones que Él desee darnos.
La humildad frente a ADONÁI es una de las primeras virtudes que debemos desarrollar. Es una actitud tanto mental como espiritual que se debe reflejar en lo físico con el acto de arrodillarnos. Muestra a todo el mundo espiritual que estamos en la actitud mental y espiritual correcta delante de nuestro Elohím. Los grandes hombres de Elohím, como el rey David, el rey Shlómoh y el profeta Daniel se arrodillaban delante de ADONÁI para orar y para hablarle y así debemos hacer nosotros, con la cabeza en el piso y las rodillas en tierra (o sobre la cama). Hemos visto personalmente a creyentes que se han rehusado a arrodillarse, y han llegado a gritarnos, lo que sólo nos demostró lo importante y lo difícil que es, espiritualmente hablando, para ellos el hacerlo.
La humildad es la llave que nos abre la puerta de la obediencia y ésta es la puerta hacia la recámara privada de Elohím en Su Eijál/Palacio. Si no hay humildad, no se le permite la entrada a la recámara, y sin entrar, no puede haber intimidad alguna con El. Esta humildad se refleja en el trato con los demás. Es difícil ser humilde con Elohím y soberbio y orgulloso con la gente.
2. Averiguar qué es lo que El desea darnos como bendición y pedirlo. (Por medio de la matanáh/regalo de profecía, o por preguntar en la Toráh.)
Hay manera de orar que son extremadamente eficientes y hay técnicas de oración extremadamente inútiles e ineficientes. La manera más eficiente de orar es pedir lo que ADONÁI nos ha dicho que pidamos, ya que si Él lo ha dicho, es porque lo va a dar. La manera más ineficiente e inútil de orar es pedir lo que se nos ocurre, sin pensar siquiera si es algo que Elohím desea darnos o no o está predestinado a que sea así o no. En este último ejemplo, tenemos los tipos de oraciones de “Estas siempre están aprendiendo y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” como dice 2ª Tim. 3:7. Las oraciones de estas personas reflejan este “nunca pueden llegar”: están llenas de jével/”aire que sube de la podredumbre”, pedidos mentales y carnales, con muy poca o ninguna sintonía con la Voluntad de Elohím. Este es el tipo de oración de los que oran lo mismo por treinta o cuarenta años y jamás obtienen respuesta, porque “pedís mal, para vuestros deleites,” como ya nos advirtió el Rabino Ieshúa que no oráramos.
3.Agradecer en amor y en relación de amistad lo que nuestro Elohím desea darnos.
Una de las cosas más apreciadas para Elohím es nuestro agradecimiento, aún el que viene por adelantado. Nuestra relación con ADONÁI a través de tener al Rébe Ieshúa dentro nuestro se debe reflejar en todo, pero especialmente en amor/Ahaváh espiritual y en relación de amistad con El. Dentro de ese “aire/rúaj” espiritual, el agradecer por adelantado “aceita” las relaciones con Elohím.
4. Al recibir la brajáh, ACEPTARLA, en todos sus aspectos.
Una de las cosas más incomprendidas en la relación con Elohím es entender que TODO lo que recibimos es una brajáh de Él. Por lo tanto, debemos aprender a aceptarla, con todo nuestro ser en tres dimensiones: con nuestra mente, primeramente, con nuestro rúaj y con nuestro cuerpo. Esto no solo no se sabe, sino que probablemente por esa razón, no se hace. Ni entendemos que hasta una cosa desagradable, como una enfermedad justo en el medio de un período intenso de trabajo puede ser una brajáh de Elohím, sino que tampoco entendemos que debemos tener ACEPTACIÓN para todo lo que El nos envía. La aceptación no es nada fácil, muchas veces. Un niño quiere una bicicleta para su cumpleaños, y los padres le regalan un pantalón, que no es no lo que quería, pero sí lo que necesitaba.
Elohím hace igual: nos da brajót que necesitábamos para nuestro crecimiento, no “juguetes” mentales o físicos, que queríamos, pero no necesitábamos. Muchas de las cosas que nos suceden son brajót de Elohím que no reconocemos y que por lo tanto, no aceptamos. La aceptación es fundamental para nuestro continuo crecimiento, ya que lo contrario de la aceptación, obviamente, es el rechazo. Al rechazar, no absorbemos lo que Elohím quería decirnos a través de la brajáh y nos estancamos—en esa área—por lo menos. Elohím es un moréh/maestro infinito, como infinito número de lecciones para nosotros. Todo lo que nos sucede, aún lo desagradable y lo malo, es una lección para que la aprendamos. Pero para aprender tenemos que aceptar primero lo que nos toca. El quejarnos, el llorar, el protestar, sólo son reacciones de malos alumnos, ¡y los malos alumnos REPITEN EL AÑO!
5. Conquistar lo negativo de la brajáh.
Esto es lo que ADONÁI le dijo a Moshéh: “y tomes posesión de ella”. Una brajáh puede y casi siempre tiene aspectos negativos en ella, que debemos conquistar y vencer, para transformar la brajáh en eso: en una bendición. Si no conquistamos aquellos aspectos negativos, la brajáh se vuelve en una maldición. Por ejemplo, si Elohím nos envía un regalo de dinero en efectivo a través de alguna deuda que hace años que no nos la pagaban, debemos entender que esa brajáh tiene aspectos negativos: el dinero puede volverse un hábito, una codicia del corazón, o podemos usarlo indebidamente, para pecar, aunque más no sea que para comprar un kilo de masitas dulces que NO necesitamos para nuestro peso excedido. El dinero tiene aspectos negativos como el uso peligroso: un auto nuevo da como tentación el correr excesivamente con él, poniendo en peligro nuestra vida.
6. Manejar la brajáh en todos sus aspectos.
ADONÁI le dijo a Moshéh: “y te establecerás en ella”. Establecerse es dominar ese lugar o cosa que constituye nuestra brajáh, manejarla para nuestro provecho y manutención. Para manejar algo debemos entenderlo primero. Muchas brajót que vienen de Elohím se convierten en maldición porque no supimos manejarla. Esto es especialmente cierto en los que no son judíos de sangre. Los judíos de sangre sabemos cómo manejar cualquier bien económico, con mucha mejor visión que los judíos por fe. Esto viene por herencia y por cultura. La cultura judía está basada en hacer las cosas con “ídishe kóp”, con “mente judía”, lo cual automáticamente significa saber cuándo se puede gastar (cuando se tiene de sobra), y cuándo no gastar (cuando se está escaso). La cultura judía en la familia trae al judío por sangre un conocimiento casi instintivo (por lo frecuente) del funcionamiento de muchas cosas en el mundo que el judío por fe no tiene, porque no ha tenido esa cultura judía en su infancia. Heredar una casa, para dar un ejemplo de muchos, para un judío de sangre, es una brajáh que va a saber manejar; no se puede decir lo mismo de un judío por fe, ya que le falta el “ídishe kóp”, la mente judía que le dirá cómo manejar la administración de esa casa para que nunca traiga más que brajót económicas. Todo esto sin mencionar que el pueblo judío por sangre tiene una bendición/brajáh especial de parte de Elohím en lo económico, aparte de las bendiciones espirituales.
7. Compartir la brajáh con Elohím. ESO es darle los bikurím a Él.
Muchos de nosotros, si no todos, disfrutamos solos de las brajot que Elohím nos envía, sin pensar que una de las maneras más satisfactorias y beneficiosas que podemos hacer con las brajót que recibimos es COMPARTIRLAS con el que nos las envió, Elohím. Así, no sólo agradecemos en alguna forma al Dador, sino que efectuamos lo que la “bét” (dualidad del mundo) representa: la división, en una re-unión con Elohím, el álef, (a), el Único. Lo dual se transforma así en único, el dos se une en Uno. Los bikurím son la esencia de la cosecha, que Elohím nos dice en Dvarím/”Dt.” 26:2 que debemos llevar para hacer Kidúsh ha Shém, Santificar el Nombre Santo de ADONÁI. ¿Cuál es la esencia de la brajáh que estamos disfrutando ahora de Su parte? Debemos analizarlo y darle los bikurím a Él. Esta es la UNICA manera en que la brajáh dada por Elohím vuelve a Él, y se hace shalém/completa, perfecta, ya que da una vuelta completa: de Elohím a nosotros y de nosotros a El de vuelta, a través de los bikurím, para comenzar un nuevo ciclo de brajót/bendiciones. Elohím hizo el Universo para divertirse con nosotros, para pasarla en nuestra compañía. Cuando le damos los bikurím, estamos renovando el ciclo, y propiciando que El nos siga bendiciendo con más y más brajót, para que vuelvan al Dador. A través de los bikurím, nos unimos a El en un ciclo repetible de brajáh, aceptación, sujección, dominio, bikurím y una nueva brajáh.